Familia

El protocolo familiar

A veces se juntan nuestra especialización con el azar y en Ramis Abogados cuidamos -de forma reiterada y en breve lapso de tiempo- de varios asuntos similares. Ahora mismo es el caso de los llamados “Protocolos Familiares”.

Hemos pensado, pues, que es el momento de darle otra vuelta al asunto.

Comencemos por cuatro conceptos básicos:

  1. El primero, el origen de los Protocolos Familiares: la distinción entre propiedad y dirección o gerencia de la empresa.

Si tengo acciones o cualquier tipo de participación en una empresa, podemos decir que la empresa es -total o parcialmente- mía. Pero eso no significa necesariamente que: (i) forzosamente deba dirigirla; (ii) no haya otras personas -de mi entorno o ajenas a él- que puedan regirla mejor; (iii) incluso si yo la he dirigido, que los familiares posteriores tengan esa misma habilidad, esa misma vocación o ese mismo deseo de dirigirla.

En definitiva, se puede perfectamente disociar la propiedad de un negocio de su gerencia: la propiedad percibirá los beneficios y la gerencia su justa retribución. Pero cada uno podrá atender las labores propias de su posición, lo que no supone necesariamente independencia o aislamiento.

  1. El segundo, la noción de lo que es un Protocolo Familiar: un pacto.

Pero ese pacto no obedece a la previa existencia de un contrato típico ya definido ni unívocamente delimitado. Y diremos que afortunadamente. Usamos este adverbio porque esa falta de normativa es lo que nos da la mayor libertad para que ese pacto pueda revestir múltiples formas y estar dotado de contenidos muy diversos, en función de la filosofía familiar o los problemas que se quieren afrontar.

Esa falta de apriorismo permite rellenar el pacto con lo que cada familia requiere en cada caso.

  1. El Protocolo Familiar no siempre es necesario.

En el caso de que lo que se busca no vaya más allá de lo que pueden recoger unos -buenos y trabajados- estatutos societarios, no es preciso trabajar en el Protocolo Familiar.

  1. No debemos pensar en el Protocolo Familiar como un “documento preconfeccionado tipo prêt à porter”.

El Protocolo Familiar es la culminación de un proceso de unificación de voluntades. Y luego sí, esas voluntades unidas seguramente se plasmarán en un documento al que llamaremos Protocolo Familiar.

Sirva de muestra un botón: Si una familia tiene un problema que quiere resolver, de qué forma lo solucionará realmente ¿debatiendo el problema y negociando voluntades hasta encontrar una salida agradable (o al menos aceptable) a todos o firmando un papel? La respuesta es obvia.

Hechas las anteriores precisiones, profundizamos algo más sobre la metodología que solemos usar:

  1. Debe analizarse cada situación familiar de forma pormenorizada: generaciones, componentes de la familia, voluntades comunes y divergentes, hacia dónde se quiere ir, con qué valores, etc.
  2. Y llegamos al punto más difícil: ¿cuánta fuerza vinculante se le quiere dar al pacto? Podemos encontrarnos desde meras declaraciones de voluntad sin trabazón legal hasta contratos con fuertes penalizaciones en caso de incumplimiento. Y, entre ambos extremos, cabe cualquier solución intermedia. Lo importante es que, al final del proceso, la familia sienta que dispone de un instrumento útil para afrontar el futuro y que permite exigir a todos y ser exigido por todos en el grado que hayamos querido.
  3. Y, por supuesto, cabrá establecer -casi- cualesquiera otros pactos. Algunas ideas: la seguridad financiera de quienes se retiran, su papel futuro en la empresa, qué miembros de la familia tendrán acceso a trabajar en ella y por qué sí o por qué no, de qué modo serán retribuidos, de qué modo evaluados en su trabajo o, incluso y si procede, relevados de sus funciones, qué ocurre con los miembros de la familia no vinculados directamente a la empresa, qué derechos tienen, qué ocurrirá cuando el líder -actual o futuro- desaparezca o se dedique a vivir su vida con más sosiego, o incluso las reglas sobre cómo cambiar el propio Protocolo Familiar si es preciso …

Todos estos temas pueden ser tratados en un adecuado Protocolo Familiar.

O quizá una parte de ellos pues, en definitiva y como hemos dicho, el Protocolo Familiar se puede adaptar de forma particularizada a los problemas que pueda tener cada núcleo.

Melsion Ramis. Socio Director de Ramis Abogados.

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